Por Michèle Croquevielle.

Estimadas y estimados

En esta oportunidad quisimos detenernos en la adolescencia, etapa que para algunos de uds. puede ser o haber sido calma o una gran lucha (ya sea como jóvenes o padres). Sí, lucha, pues corresponde a un período de mucho cambio, de desarrollo muy trascendente y de mucha exigencia a todos los involucrados (jóvenes, padres, familia, profesores, etc). Puede incluir mucho sufrimiento, mucho dolor, miedo, aunque también, si se lleva a cabo correctamente, mucha satisfacción y realización. ¿Por qué es esto así? Y ¿por qué hablo de lucha?

Durante la infancia, el niño/niña es cuidado, protegido en un ambiente estrecho. Sus márgenes de movimiento en general son reducidos. Tiene poca o casi nula autonomía, y en general acata y obedece, pregunta y espera respuestas de quienes confía: sus padres. El mundo que conoce (el externo y el interno) es a través de los otros. A través de la mirada de éstos. De ahí que emergen ante sus ojos las figura del “súper papá/mamá”.

Pero en la adolecencia este joven accede a un mundo más amplio, al que muchas veces no acceden sus padres: casas de amigos, fiestas, “juntas”, y ahí hay otros que dan las respuestas. Otras costumbres, hábitos, permisos…

Aparece el otro. Como dice Constanza – en su reseña del libro “Cartas para Amador”,- “…comienzan a entrar en un conflicto, porque se dan cuenta de que no están solos en el mundo, y que éste no gira en torno a ellos.”.

Y entonces, ¿a quién creerle? Y comienza la lucha. Preguntas, solicitudes de permiso, que no son respondidas como él/ella lo desea. Los padres nos quedamos “cortos”, pues antes, nos bastaba un “no, porque yo lo digo”. Así fue en nuestra propia adolecencia. Muchas veces no cuestionamos eso…¿Qué hacer entonces cuando el miedo, como padres, nos embarga? Miedo por su bienestar y/o miedo a no tener una respuesta en nosotros mismos. Y surgen los conflictos. Pues desde el miedo, los padres reaccionamos (huyendo, coaccionando, a veces paralizándonos), no sabiendo responder como el joven requiere.

Ahora bien, la adolescencia es una etapa fundamental en el desenvolvimiento de la Persona (así con mayúscula). Ya ha conocido sus capacidades, sus emociones y sentimientos. Sin embargo ahora le corresponde el desarrollo de una identidad propia. Ya no seguir siendo el hijo de…que gusta, opina y decide lo mismo que sus padres. Para terror de éstos, emerge una ética y una conciencia moral que le es propia.

Piensen por un momento, lo tremendo que es esto: en un período de 5 años (puede ser mucho más – extenderse en demasía), este joven debe desarrollar autonomía, identidad, autoestima y una conciencia moral, para lograr una Autenticidad propia! Uf!

Desarrollar una Conciencia Moral (CM) que le sea propia, es la culminación de este proceso madurativo.
Pero ¿a qué nos referimos con conciencia moral?, ¿qué se requiere para su desarrollo? Por CM nos referiremos a esa voz interna que nos dice “esto está bien para ti, o, aléjate de eso que no va contigo”.

Ya podemos visualizar un primer requisito: distinguir qué es lo que me hace bien, me gusta, me corresponde, y qué no. Esto puede parecer fácil, pero no siempre lo es. Requiere estar muy en cercanía consigo mismo para distinguir los matices, especialmente cuando no hemos experimentado antes algo: un sabor, una forma, una ideología, una creencia: ¿cómo resuena en mí: me hace bien? No tanto? Piensen uds en este joven al que hasta ahora todo le fue dicho, aleccionado: esto te hace bien, esto no; esta ropa debes usar, esta no, esta religión, esta cultura, etc.

Y a esto se le suma un ingrediente adicional: la otredad. Como dice Längle: “La vida no puede ser sin ti, pero no puede ser sólo contigo”. Frente a ella/él se aparece otro que es afectado por sus palabras, sus acciones.

Nueva dificultad: no sólo debe lidiar con su CM sino también conciliarla, cuando se puede, con una ética que está antes que él, esa voz externa, superyóica, el Yo Público que tiene sus propios ordenamientos, externos a él/ella.

Cuando al joven se le aparece el otro con sus similitudes y sus diferencias, ¿cómo se diferencia de éste? ¿dónde traza el límite? Muchas veces es en su hogar (su lugar protegido y de seguridad) donde ensaya. Confrontaciones, desobediencias, rebeldías, todos ensayos para la tarea futura que le espera donde no habrá el cariño ni acogida incondicional. Los padres soportan, los padres aceptan (muchas veces con dolor, miedo, desesperación). Pero afuera, en el mundo externo, no será igual. Por eso deben ensayar su capacidad de delimitarse. A veces es necesario que en esta batalla, los hijos salgan victoriosos en sus negativas, sus rebeldías, pues al tener una experiencia positiva, podrán rebelarse, negarse a hacer algo que su CM les indica como incorrecto en ausencia de sus progenitores.

Los adultos (y aquí quiero agregar un paralelo con nuestra sociedad), muchas veces nos vamos por el camino fácil: establecer muchas reglas, de modo tal que el joven no tenga dudas de cómo debe actuar “correctamente”. Esto sólo infantiliza al adolescente, pues no logra llegar a un discernimiento que le sea propio, y por el contrario, se va a abocar a intentar los “resquicios”. Lo que no está prohibido, está permitido. Ojos que no ven, corazón que no siente – (¿Ven el paralelo con nuestra sociedad? )-

Y de qué depende que algo sea correcto? Como plantea el Análisis Existencial: De y de la situación, donde el centro de atención, de la decisión de la conciencia, ajusta recíprocamente los valores personales con los valores de la situación. Es decir, lo que es valioso para mí, que esté en consonancia con lo que es valioso para los otros.

Ser adolescente demanda un gran desafío, tanto para el joven como para aquellos que los acompañamos. Coraje, cercanía, respeto.

Pero la recompensa es grandiosa: emerge la Persona. Aquella que decide, se responsabiliza y puede darle sentido a su existir.

Los invito a leer y comentar este ejemplar Nº 16 de nuestra revista Existencia, donde se aborda esta etapa de la vida desde diferentes ópticas, incluída la organizacional.

Michèle Croquevielle
Psicóloga Clínica y Supervisora
Acreditada por la SCPC
Directora ICAE
Directora Revista Existencia